continúa la respuesta anterior...El gobierno de Frei padre, a pesar de haber llegado al poder con el apoyo de la derecha tradicional, fue un gobierno muy reformista, especialmente en el campo, donde marcó el ocaso de un sistema casi feudal de tenencia de la tierra que había condicionado fuertemente la gestión del poder en Chile, su composición social y ciertamente su cultura.
Las reformas (insuficientes para la izquierda, excesivas para la derecha) sumadas a las decenales luchas de la izquierda y los sindicatos obreros, despertaron en el país la conciencia de que era posible avanzar a un estado de cosas en que las aspiraciones de justicia, de igualdad y dignidad largamente acunadas por los más humildes podían ser satisfechas en el marco de una democracia que a pesar de su imperfección parecía bastante asentada en la cultura nacional.
No hay motor más poderoso que la esperanza y sobre esa fuerza se levantó la Unidad Popular hacia la victoria, en una elección donde los programas de Allende y del DC Radomiro Tomic eran muy similares, este es un detalle histórico (perdón por el término, aquí bien usado) importante porque cuando se pretende que Allende ganó con un tercio del electorado, se dice una verdad a medias o una media mentira, ya que el 60% del electorado votó por opciones de cambio bastante profundas.
EUI:
En 1967 y con toda la fuerza que ya desarrollaba la Nueva Canción Chilena, fundas junto a Pedro Yánez, Max Berrú, Horacio Durán, Oscar Guzmán y Ciro Retamal lo que hoy felizmente conocemos como Inti Illimani. Sabemos también que Lucho Cifuentes y Luis Espinoza tuvieron alguna participación en el origen del grupo y que finalmente Gloria Dávalos, la hermana del guitarrista Eulogio Dávalos, les propone el nombre que hoy lleva el grupo. Al respecto quisiéramos conocer tu relato, tus recuerdos de estos momentos, fundamentales para quienes hemos seguido a Inti Illimani hasta estos días.
Jorge:
Leí por ahí que no hay peor testimonio que el de los protagonistas, si se los considera como única fuente. Los seres humanos tendemos a una reconstrucción “mítica” de nuestra propia historia. En nuestra mente y memoria los sucesos toman un orden y adquieren prioridades que no siempre corresponden a los hechos como ocurrieron. Esto determina que cuando se hace necesario reconstruir un hecho, hay que recurrir a diferentes testimonios y al máximo de fuentes y documentos objetivos.
Por circunstancias desdichadas sucedió así con los orígenes de Inti Illimani, en realidad la historia del grupo es suficientemente rica como para que todos quienes han participado de ella ocupen el justo espacio, pero, entre la mala memoria y las medias verdades (que son la otra cara de las medias mentiras) estos orígenes se habían poblado de protagonistas inexistentes y se había injustamente omitido o subestimado algunos que, como todos, jugaron en su momento un rol fundamental, por breve que haya sido. Es el caso de Oscar Guzmán, quien estuvo ese 6 de Agosto en la fiesta de Bolivia (donde apareció el nombre Inti-Illimani) pero ya no estaba para la primera foto de que disponemos, en la mina La Disputada. Es el caso de la primera dirección musical del grupo que correspondió a Pedro Yáñez y que él justamente reivindica. Es el caso de Luis Espinoza, que a pesar de haber hecho parte de todos esos hitos fundacionales, hasta hace algunos años ni siquiera figuraba en las biografías del grupo. Pequeñas y grandes injusticias que se han ido aclarando gracias a documentos y testimonios cruzados.
Mis recuerdos están naturalmente ligados a mi experiencia personal, a mi relación con Max (desde 1965) con Horacio Duran y Pedro Yáñez en la peña de la UTE durante 1966 y con Ciro y Luis Espinoza durante ese mismo año en el grupo folklórico de la Escuela de Técnicos Industriales, esa es mi continuidad en la memoria. Recuerdo esos primeros meses de 1967 con Pedro, Horacio, Ciro, Oscar y Luis Espinoza… se nos unía frecuentemente Luis Cifuentes que no llegó a estar el famoso 6 de Agosto que nos dio nombre ni en aquella primera foto testimonial, donde sí estaba Max…
Mucho más importantes que esos recuerdos de notario, son mis recuerdos y sensaciones de la felicidad de descubrir, de cantar juntos, de - en buen chileno- huevear o hueviar juntos sin necesidad de tragos ni humos, de reír desmesuradamente de pasarlo increíblemente bien y creernos increíblemente importantes y absolutamente irremplazables…
Fueron tiempos de descubrimiento, de generosidad, de confianza, de intensos cambios, de belleza, de esperanza.
EUI:
Jorge, siempre hemos tenido la inquietud respecto del momento en que Inti Illimani entiende que tiene un camino, un futuro que recorrer lo que implica responsabilidades, sacrificios y por cierto una completa dedicación. Todos los integrantes de ese entonces, además eran estudiantes o estaban terminando sus estudios lo que eventualmente significaría comenzar la etapa del trabajo. De ahí surge la pregunta, ¿cómo, en qué contexto se toma la feliz decisión de privilegiar, por sobre todo, el desarrollo de este grupo que hoy ya tiene 41 años de existencia?
Jorge:
Corría el año 1971, todo a nuestro alrededor hervía, Max y yo estábamos ya trabajando en INDITECNOR (Instituto Nacional de Tecnología y Normalización) experiencia que merecería un capítulo aparte… habíamos tomado media jornada para poder dedicar tiempo al conjunto. Era el primer año de la UP, creo que fue el mejor porque las estrategias destinadas a derrocar a Allende estaban recién siendo estudiadas y se pondrían en práctica sólo hacia fines de ese año.
El caso es que vivíamos una situación de extrema actividad, felicidad y euforia, el grupo era cada vez más requerido desde distintas partes de Chile y todos sentíamos que teníamos flotando sobre nuestras cabezas la necesidad de tomar una decisión. En conversaciones con nuestro Rector Kirberg apareció la posibilidad de que la Universidad nos asegurara un sueldo mínimo que nos daría, especialmente a los que teníamos familia, una base como para dar el gran salto y transformar a Inti Illimani en nuestra fuente laboral.
La verdad es que no lo pensamos demasiado, la decisión nos costó una baja dolorosa, Ernesto Perez de Arce, quien por edad y autoridad musical jugaba un papel bastante central en el grupo. Ernesto decidió no seguirnos en la aventura, pero tuvo la mejor disposición para entendernos y para ofrecerse a preparar a su reemplazante en la quena y a continuar en el grupo hasta que éste estuviera en condiciones de volar con sus propias alas. Se produjo así el ingreso de José Seves y la partida de Ernesto.
EUI:
Inti Illimani es reconocido, junto a Quilapayún, como uno de los valores fundamentales en la difusión y soporte para todo lo que implicaba el proceso que se vivía bajo el gobierno del Presidente Allende. Hoy, vemos que también existen agrupaciones que de alguna manera se reconocen cercanos a los gobiernos de la concertación y que eventualmente se ven favorecidos con ayuda. Sabemos que Inti Illimani ha participado de iniciativas del Ministerio de Cultura del actual gobierno por ejemplo. En la perspectiva del tiempo ¿qué diferencias existen entre el compromiso que Inti Illimani mantenía con su apoyo voluntario y público al gobierno del Presidente Allende con la participación que eventualmente hoy ha tenido de algunas iniciativas asociadas a la administración del actual gobierno?
Jorge:
La diferencia que va de la pasión a la razón. Fuimos apasionadamente allendistas, somos racionalmente antiderechistas y racionalmente trabajamos para que quienes gobernaron con Pinochet, aquellos que quieren heredar sus bienes pero no su nombre, no regresen al gobierno por la vía electoral. Trabajamos porque el eje cultural y político de Chile se desplace hacia las ideas progresistas y aísle a los sectores antidemocráticos, depredadores, militaristas, fascistas, racistas, machistas, intolerantes, etc.
Inti Illimani es un grupo identificado con la izquierda, antes y ahora, lo ha demostrado suficientemente; nuestra causa es la justicia social, el progreso, la democracia verdadera.
De todas maneras aquí quisiera responder a título estrictamente personal, por respeto a la autonomía que todos tenemos en el grupo respecto de nuestras convicciones políticas o religiosas. Estoy seguro que todos comparten, en general, mis posiciones, pero prefiero comprometer en este terreno sólo mi opinión personal, por respeto a mis compañeros y a la democracia interna del grupo.
La Concertación, en mi opinión, representó durante 16 o 17 años la única alternativa real al pinochetismo que sobrevivió con mucha fuerza a la dictadura. A pesar de que no creo que toda la gente que vota y apoya a la derecha sea estructural y culturalmente antidemocrática, así como hay sectores políticamente de derecha, pero no necesariamente antidemocráticos, no cabe duda que hasta la elección presidencial pasada quienes llevaron la batuta y el control de ese sector fueron las fuerzas más integralistas de la extrema derecha. En esas circunstancias, creo, un triunfo de la derecha con Lavín (más allá de un cuestión de nombres o personas; todo el mundo tiene derecho a sus opiniones y a ser respetado como persona y como ciudadano) habría sido entregar Chile a una grave involución cultural, política e institucional. Habría significado llevar al gobierno, con pleno control del sector, a lo más granado del integralismo católico mundial, a fuerzas ligadas a las mismas redes que mantuvieron en pié las peores dictaduras de la era moderna. Habría significado mucho más que perder el cobre y lo poco que queda de Estado; habría significado en su momento un vuelco integralista con consecuencias para todo el continente… quien sabe si la expectante situación de las fuerzas progresistas en toda Latinoamérica habría sido posible en esas circunstancias.
Frente a esa amenaza muy concreta para la vida democrática chilena, la galaxia de la izquierda no lograba cuajar una identidad, un proyecto posible y creíble, se debatía entre un sector que perdía cada vez más identidad al interior de la Concertación (PS y parte del PPD) y un sector que no lograba salir de los graves traumas heredados de la dictadura, logrando un apoyo más o menos constante de un 5% en cada elección.
En esas circunstancias, creo que lo razonable fue trabajar pacientemente, con los dientes apretados, por tratar de parar a la derecha, impedirle llegar al gobierno y a la vez fortalecer la idea de la democracia y reconstruir una izquierda posible, no sólo una izquierda éticamente impecable (que nunca dejó de existir) sino una izquierda políticamente gravitante y condicionante de la vida nacional.
En el camino, que ha sido largo, fueron sucediendo cosas, madurando situaciones, anquilosándose unas, destrabándose otras. La irrupción de dos candidaturas de derecha en la última elección presidencial evidenció una derecha diferente a la de los años pasados, el hecho de que haya sido Piñera y no Lavín quien pasó a segunda vuelta (insisto, más allá de los nombres y los personajes) le cambió completamente el panorama al país y a la derecha misma, ya no son los integralistas los que hegemonizan completamente el sector, esa minoría política y culturalmente extremista se transforma también en minoría electoral (hay que notar que ese aislamiento se continúa produciendo incluso al interior de la UDI, donde se evidencian hoy sectores integralistas que antes no aparecían, que actuaban en las sombras…)
Paralelamente la Concertación, lamentablemente bajo el gobierno de una mujer respetada y respetable por su historia personal y política, completa un ciclo, al parecer fatal, de pérdida de identidades en su interior y constitución de una confusa identidad transversal de sus componentes.
Las sociedades modernas necesitan de las coaliciones para ser gobernadas, especialmente Chile, donde los tres tercios electorales que expresan su cultura social y política parecen inalterables en el tiempo y la historia. Pero gobernar en coalición implica una fortaleza en la identidad de los aliados, en Chile veinte años de Concertación y de amenaza de una alternativa de extrema derecha han llevado a una total pérdida de identidad por parte del componente de izquierda de la coalición y a una inaceptable exclusión de una parte fundamental de la izquierda del sistema político y de la representación parlamentaria.
Chile no resiste otro período de esta coalición agotada, poco creíble y patéticamente aferrada al poder. Al mismo tiempo debemos constatar que las condiciones de hoy no son las del 2000, ni siquiera las del 2005 la amenaza derechista sin dejar de existir es de otras características y la izquierda tiene nuevas posibilidades de articularse y constituir un interlocutor válido, activo y creíble en una nueva propuesta de futuro para Chile… ¿volveremos a vivir la pasión de la UP y Allende? No sé, tal vez yo no, pero se lo deseo vivamente a mis hijos o nietos y a sus coetáneos…
EUI:
Jorge, cuéntanos de la Nueva Canción. Tu cercanía y colaboración con Víctor Jara, con Violeta Parra, en fin con tantos o con todos quienes de alguna manera compartían una voluntad, un pensamiento en aquel entonces.
Jorge:
A Violeta Parra la conocí sólo como público. Despertaba en mi una enorme curiosidad y no me perdía sus actuaciones en la Feria de Artes Plásticas en el Parque Forestal, también pasaba por su stand donde vendía sus cuadros y arpilleras… yo venía de un mundo tan diferente!!
A Víctor, sin embargo lo conocí personalmente en los tempranos años 60 en casa de Amaya Clunes, ella era escenógrafa del ITUCH, Teatro Experimental de la U de Chile y amiga de Víctor. En algún cumpleaños o reunión social en casa de estas primas (Amaya y Gloria eran parte de nuestra ampliada y genérica familia, su madre Josefina Gutierrez era hermana de mi padrino. Su padre Alfonso Clunes merecería un capítulo aparte que ojalá alguien escriba algún día) tuve oportunidad de ver a Víctor y a Rolando Alarcón, siendo yo bastante menor… nos encontraríamos más tarde en circunstancias muy diferentes.
La Nueva Canción Chilena fue el nombre que Ricardo García dio a algo que estaba sucediendo en la música chilena y que los medios oficiales, radio y prensa principalmente, no registraban.
Desde la década de los 50 se había venido desarrollando una fuerte actividad musical ligada a los sindicatos y a la izquierda, muy en particular al gremio de los profesores normalistas. Sin ser testigo de ese proceso germinal creo reconocer allí las primeras actividades ligadas a la música campesina de la zona central.
No quisiera entrar en detalles de una época que no viví como testigo directo, pero alcancé a vislumbra una raíz que lleva a Violeta Parra, Margot Loyola, Cuncumén, René Largo Farías y muchos otros que cultivaban la música de los chilenos que vivían el campo desde otra óptica que la del “agüita de mi tierra…” a mediados de los 60 Chile cayó en la fiebre de un grupo nacido tras la huella y la inspiración de Los Trovadores de Norte de Argentina… ese grupo se llamó Los Cuatro Cuartos y tuvo un éxito arrollador. A su alero creció un estilo y casi un movimiento que se conoció con el contradictorio nombre de “Neofolklor” a ese cometa fugaz debemos agradecer la aparición en los medios de algo del iceberg alternativo. Rolando Alarcón, un poco del equipo de Chile Rie y Canta, programa de radio y propuesta musical y cultural que vivía bajo el alero generoso y amplio de René Largo. También significó la irrupción de un creador fogoso y cargado de poesía de la buena, Patricio Manns. Trajo la figuración de Angel e Isabel Parra, del mismo Alarcón, etc. Fue un veranito de San Juan que puso en los oídos de muchos chilenos inquietudes melódicas y rítmicas que se fueron a potenciar con otras inquietudes relacionadas con la identidad, la riqueza musical y poética, inquietudes culturales y sociales que buscaban propuestas y respuestas.
Algunas de estas propuestas y respuestas aparecieron ya en 1965 con Quilapayún y Víctor Jara, una dupla que cambiaría muchas cosas, que echaría a rodar una bola de nieve destinada a ser un alud y que el atento Ricardo García bautizó con el nombre de La Nueva Canción Chilena.
EUI:
Respecto de la pregunta anterior, ¿cómo asumes y cómo te afecta la pérdida de Violeta y en particular de Víctor? Sobre este último ¿recuerdas como te enteras de su muerte?
Jorge:
Son dos pérdidas completamente diferentes. Con Violeta Parra muere, suicida, un referente muy fuerte, pero lejano en lo personal. La muerte de Violeta fue, para mi, un golpe importante. A los 19 años es difícil entender el suicidio. Ese febrero de 1967 estaba en el sur, cerca de Victoria cuando escuché la noticia y recuerdo que inexplicablemente me sentí culpable… ¿qué hicimos mal? Me pregunté… bueno, el suicidio conlleva esa carga de castigo hacia los demás, tiene eso de ilegítimo… el hecho de que no es sólo una decisión personal de acabar con la propia vida… los invisibles lazos del afecto nos hacen ser parte de los demás y matarse implica, se quiera o no se quiera, matar algo en el organismo social.
Cuando, al regreso de las vacaciones nos juntamos en casa de Horacio Durán a escuchar el disco de las últimas composiciones de Violeta tuvimos una sensación de maravilla, por lo que escuchamos y de dimensión de la enorme pérdida que habíamos sufrido, como personas, como país, como especie.
En el caso de Víctor mi compromiso emotivo y personal era muy distinto, Víctor era un amigo y su muerte resumía y simbolizaba muchas muertes, la noticia llegó en medio de un torrente de noticias terribles… supimos de ella en casa de Peter Reckman en Holanda y durante muchos días mi subconsciente se negaba a procesar esa noticia devastadora… incluso meses y años más tarde soñaba que Víctor aparecía en un concierto, feliz, con su sonrisa desplegada. Con Víctor trabajamos mucho tiempo juntos, era mi vecino de barrio… sé que compartimos momentos de alegría, de tristeza, de tensión, incluso de mucho enojo (recuerdo un feo episodio con el diario La Tribuna, que bastaría para retratar la indecente maquinaria comunicacional que se montó contra la UP) pero cuando vuelve a mi memoria está siempre sonriendo. La increíble sonrisa de Víctor.
EUI:
El exilio.
No queremos entrar en los detalles obvios de este trance doloroso. Conocemos las circunstancias que producen esta “vacaciones tan largas como obligadas”. Sin embargo, también sabemos que ese tiempo vivido marcó positivamente a los Intis y sus familias. En esa perspectiva ¿Cómo contribuyó para tu crecimiento personal el vivir en el viejo mundo, aprender a amar una nueva cultura, un nuevo idioma, nuevos amigos? ¿Qué relación tienes hoy con Italia? ¿Qué tiene hoy Jorge Coulon que no hubiese tenido de no vivir esos años en Europa?
Jorge:
Hay que decir que nunca el exilio es una experiencia positiva. Por algo los antiguos griegos lo comparaban a la muerte. De hecho Sócrates prefirió la muerte al exilio, como también lo hizo Salvador Allende, en circunstancias muy diferentes, pero de similar y profunda nobleza.
El exilio es tremendamente cruel, tal vez sus acepciones de destierro, desarraigo o extrañamiento lo definan más directamente; privar de su tierra, cortar raíces, transformar en extraño.
No quisiera entrar en detalles que se puedan confundir con victimismo o autocompasión, mucha gente sufrió demasiado en Chile y hay muchos que tuvieron como destino final el destierro, pero antes conocieron la prisión, la tortura, la persecución.
No sé si haya una pena comparable y una crueldad más refinada que la desaparición de ciudadanos programada desde el estado. No sé si haya una historia más miserable y degradante para quienes la pusieron en práctica que el tráfico de restos que siguió a la cobardía de los asesinatos. Una institución militar que dedicó personal, recursos y logística a asesinar y hacer desaparecer ciudadanos del país cuya integridad juraron defender, y que no contenta con aquello, continuó en los años y decenios siguientes desenterrando, ocultando y escondiendo esos pobres restos que los acusaban, está en una relación muy enferma con la ciudadanía. Es inútil que se pretenda otra cosa o que se quiera hacer creer que las responsabilidades fueron solamente individuales. El Chile amargo y violento de hoy, el Chile desconfiado e individualista que tenemos, el Chile chabacano, frívolo y superficial que nos entregan los medios, el Chile asustado, prisionero del miedo… es hijo de esta esquizofrenia no curada adecuadamente, no tratada como tal. El Chile que vemos esconde un Chile doloroso y reprimido que asoma a cada rato y que no somos capaces de entender.
Bueno, volvamos a la pregunta, yo conocí el exilio, puedo dar testimonio de esa crueldad y tratar de entender a los que sufrieron las otras; esto último lo hago desde la solidaridad humana, lo anterior desde la experiencia personal.
Muchas veces conversamos acerca de la necesidad de escribir un pequeño manual del exilio, un vademecum que le ahorrara a los futuros exilados una serie de etapas entre ridículas, grotescas y dolorosas, pero la característica fundamental del desterrado es pensar que su caso es único, que su experiencia es inédita y como, por otra parte, nadie vive de las experiencias ajenas, este práctico manual no ha visto la luz de las vitrinas. Tal vez un día ese proyecto, como otros relacionados con nuestra historia, se concreten, mientras tanto puede servir una breve y cariñosa tipificación del exilado.
Hay muchas formas de enfrentar el exilio y de esas formas depende el daño o el provecho que se pueda obtener de una situación ya definida como trágica. El exilio es como un transplante de órgano, donde los mecanismos de defensa del organismo que recibe el órgano y los del órgano mismo se ponen en marcha, es muy diferente la llegada de un exilado (o de pocos) a un país, que la llegada de muchos exilados… En el caso de un exilado, el organismo receptor lo absorberá con mucha facilidad, nada de su cotidianeidad se verá alterado ni amenazado en su rutina, la respuesta del organismo receptor será de curiosidad, de interés y de acogida. La adaptación y, eventualmente la absorción dependerán del recién llegado.
Diferente situación produce la llegada masiva o importante de desterrados, éstos tienden a agruparse en un microcosmos en el que tratan inútilmente de recrear las condiciones del país que los desterró, recurriendo a veces a la negación y al rechazo del medio que los recibe, a su vez éste se articula en distintas reacciones, actúan la curiosidad, la identificación, la solidaridad, pero también los temores atávicos a lo diferente, el rechazo al “diverso”, el temor en los estamentos más débiles de que los nuevos arribados los desplacen en la escala social, los priven de oportunidades. Existe también la reacción neta y abiertamente racista y el encontrar en el recién llegado el chivo expiatorio para todas sus frustraciones y fracasos… Las combinaciones son muchas y los casos muy variados de país a país. Hay países, como Australia o Canadá que por su poca población y mucho territorio, por su misma característica de una identidad nacional en formación, han desarrollado una institucionalidad y una cultura de recepción de contingentes migratorios, en los países de ese tipo los exilados han tendido a identificarse con los emigrantes y su adaptación a esos medios multi étnicos y multiculturales ha sido más fácil. Muy distinto es el caso donde el exceso de población en territorios relativamente pequeños, unido a fuertes identidades locales hace vivir el transplante en modo mucho más traumático.
Nosotros decidimos, conscientemente, vivir nuestro exilio con las ventanas abiertas, con curiosidad y respeto por el país que nos acogió de manera increíblemente solidaria. Creo que eso fue determinante, por lo menos en mi caso personal, para que los quince años de mi vida que pasé en Italia, entre los 25 y los cuarenta años, fueran muy formativos y provechosos. Es cierto que esa edad es bastante fundamental en la vida de una persona, me hice un humano adulto en Italia, tres de mis hijos nacieron allá y una hija que no alcanzó a caminar esas calles reposa en un cementerio romano… esas cosas son demasiado importantes, nunca tuve la menor duda acerca de mi deseo y necesidad de regresar a Chile, pero tendría que ser muy insensible o canalla como para desconocer el reconocimiento profundo, el amor profundo que siento por Italia, a veces creo que mi corazón es chileno y mi cabeza italiana, pero no sería justo con mi corazón ni con mi cabeza ni con Chile ni con Italia… mi intelecto y mis sentimientos son bastante binacionales, biculturales, biterritoriales… eso si, soy y me siento chileno, pero con este tremendo bonus track.
Esta doble nacionalidad sentimental e intelectual me reafirma en mi convicción de que el ser humano es el mismo en todo el planeta, las benditas diferencias, que debemos cuidar, no deben hacernos olvidar lo iguales que somos, lo iguales que deberíamos ser. El racismo es una bestia complicada que habita nuestros rincones animales más tenebrosos.
No sé si tenga sentido hipotizar qué habría sido de mi sin el exilio en Italia… ya fue, ya fui, ya soy.
Pronto la cuarta parte de esta entrevisa.