En la noche más oscura, en las penumbras más recónditas de nuestra vida como país, hubo luces, hubo manos amigas, voces que no se dejaron acallar pese al temor, pese a la violencia institucionalizada, pese a la muerte que rondaba en Chile.
La Iglesia hizo suyo el sufrimiento de muchos, acogió la desesperanza de quienes se sintieron rechazados, excluidos y marginados. En esos tiempos, figuras como el Cardenal Silva Henríquez, Monseñor Camus, Monseñor Ariztía y Monseñor Valech, representaron una iglesia comprensiva y comprometida con el dolor de miles de compatriotas que sufrieron la opresión y la violación de sus derechos.
En momentos donde el Gobierno propone quitar espacio a la historia y sus enseñanzas, como una jugarreta del destino, emerge la figura y legado de Sergio Valech, para recordarnos que las cosas del pasado siguen siendo presente en la medida que no se reparan y para ello no está permitido el olvido, menos sin justicia.
Buen viaje Monseñor Sergio Valech. La tarea no está completa, pero el camino está trazado. Tu pueblo te recordará por siempre.