miércoles, 15 de abril de 2009

Recuerdos de Inti-Illimani

Luis Cifuentes S., nos envía este valioso artículo que hoy publicamos.
Valioso por cuanto da cuenta de sus recuerdos personales. Recuerdos de un tiempo hermoso pero también decisivo no sólo en la historia de Inti-Illimani, también en una parte de la historia de este país.

De acuerdo a mi disco duro (que es cada vez menos duro), hubo tres “inventores” de Inti-Illimani. En orden alfabético, Jorge Coulón, Horacio Durán y Pedro Yáñez. Todo esto ocurrió en la Universidad Técnica del Estado (UTE). Jorge había propuesto, el año 66, la creación de una orquesta folklórica; Horacio había sido uno de los impulsores de la creación de una peña; por su parte, Pedro fue el primero que propuso crear un conjunto con las características que luego tuvo el Inti.

En todo recuerdo del pasado distante se traslapan las memorias y hay, por cierto, discrepancias en los hechos, en las fechas y, sobre todo, en las secuencias de eventos. Hay varias personas a las que he escuchado atribuirse apasionadamente la creación de la peña de la FEUT (Federación de Estudiantes de la UTE), por ejemplo, y así pasa con todo. Lo cierto es que las peñas en Chile constituían un movimiento cultural masivo y trascendente, de modo que la idea “estaba en el aire” en todas partes y cualquiera que pusiera empeño podía crear una peña. No sé quién fue el primero que propuso la idea en la UTE, pero, en mis recuerdos, el que más trabajó en la peña de la FEUT fue Horacio Durán, que se preocupaba de conseguir artistas, empanadas y vino, vender las entradas, acomodar mesas y sillas, etc.

Yo fui uno de los que se acercó al Centro de Alumnos de la Escuela el año 66 a propósito de la propuesta de Jorge Coulón de crear una orquesta folklórica y allí se armaban guitarreos, se conversaba sobre folklore, nos enseñábamos mutuamente canciones, nos instruíamos en instrumentos, se armaban y desarmaban dúos, tríos y cuartetos.

Los encuentros ocurrían en el ‘Casino de la China’ (que en realidad era japonesa y se llamaba Teresa) que estaba en la Escuela de Artes y Oficios (Av. Ecuador 3659) en el subterráneo frente a la cancha de hockey, que también se utilizaba para baby-fútbol. La cancha se situaba junto a la salida de la EAO que daba a la Villa Portales. Alguna vez también nos juntamos en el Teatro de la EAO.

De allí, en torno a la música, salió un trío, pero no musical sino de estudio: Jorge Coulón, Ciro Retamal y yo (los dos últimos, compañeros de curso) nos pusimos a estudiar juntos para las pruebas comunes de matemáticas y física y lo hicimos por lo menos un año académico entero. Además, hablábamos mucho de música y como los tres tocábamos guitarra (Jorge más que Ciro y Ciro más que yo) a veces guitarreábamos. Jorge me enseñó “Qué mala suerte” y “La rosa de los vientos”, que él cantaba como solista en la Peña de la FEUT; Ciro me enseñó el “Paraná en una zamba”. Pero nunca actuamos como trío musical en ninguna parte. Siempre me impresionaron la voz y calidad interpretativa de Jorge, que en años posteriores han quedado de manifiesto en conmovedoras grabaciones del Inti tales como “Arriesgaré la piel”. Yo sabía de la existencia del dúo Huayrapamushka que Jorge había integrado con Max Berrú y de Los Nubarrones, donde participaba también el recordado Willy Oddó (uno de los tres Quila de la UTE; los otros dos fueron el Huacho Parada y Hernán Gómez), pero no recuerdo haberlos visto actuar.

El 66 conocí a Horacio Durán, quien andaba siempre con su charango a cuestas (¿o tal vez era una guitarrilla en los comienzos?). Lo identifiqué como persona de izquierda y a fines del 66 fuimos candidatos en la lista del MUI (Movimiento Universitario de Izquierda) al centro de alumnos del Depto. de Química de la Facultad de Ingeniería y resultamos elegidos, Horacio como presidente y yo como vice presidente. A Pedro también lo conocí ese año y lo identifiqué por su risa campechana tan característica y por su gran interés por la guitarra.

Para mí, entonces, el Inti, que comenzó sin nombre, tuvo tres inventores (ya nombrados) y dos afluentes: de un lado, la corriente Jorge-Max, nacida el 65 y de otro, la corriente Pedro-Horacio, que se originó el 66. Los demás participantes fuimos más bien incidentales y efímeros.

De hecho, una vez fundado el “conjunto sin nombre”, su composición era variable y poco definida. A los ensayos llegaba gente distinta de la que luego aparecía en las actuaciones y recuerdo que una vez, en una actuación en una población, se subió al escenario el hermano menor de Pedro, Fernando Yáñez (a) “El Bolo”, que nunca, que yo recuerde, participó en los ensayos. Como todos lo conocíamos, no hubo ningún problema ni reparo. En general, no recuerdo problemas notorios de ego ni rivalidades personales en los inicios.

Como ejemplo del carácter fluido y difuso del conjunto en sus primeros tiempos, yo, por ejemplo, creía que el percusionista del grupo era el Piduco (Luis Espinoza) y que, cuando yo me subía al escenario estaba de alguna manera reemplazándolo a él. Por su parte, entiendo que el Piduco (con quien nunca tuve roce alguno, por el contrario) pensaba lo mismo respecto de mí, y coexistimos en el conjunto hasta mi retiro en julio del 67.

Por su parte, Max recuerda que él entró a reemplazarme a mí como percusionista, mientras que yo entendí que Max entró por su calidad de cantante más que por percusionista, ya que el Piduco siguió participando durante un tiempo (ver primera foto de Inti-Illimani, tomada en La Disputada de Las Condes a fines de agosto de 1967), pero estas son, al fin de cuentas, interpretaciones personales.

Tengo recuerdos muy claros de aquel almuerzo en casa de Pedro en Av. Irarrázaval, al lado del Cine California, donde celebramos la unión de los dos afluentes. La hermana de Pedro, conocida entonces y ahora como “la Paca”, preparó unos sabrosos tallarines con carne. Durante la mañana, en la UTE, Pedro nos había sorprendido (a Jorge y a mí) con la frase “Floro quiere una galleta”, que repetía cada cierto rato y que se negaba a explicar. Una vez en casa de Pedro, Jorge se puso a leer una revista de historietas y de pronto exclamó entre risas “¡Floro quiere una galleta!”. Esta frase era pronunciada por un loro en la revista y así se develó el misterio.

¿Por qué salí yo del conjunto? Simple. Nunca tuve el talento musical como para considerar una carrera musical. A mí me encantaba la música y me sigue encantando, pero soy espectador mucho más que intérprete, a pesar de que estuve en conjuntos durante diez años y hasta hay una grabación en LP y CD en la que yo participo (volveré a este tema). Mi presencia en la universidad estaba claramente marcada por mi decisión (ya entonces totalmente solidificada) de hacer una carrera académica, como había hecho mi padre hasta su temprana muerte. En julio del 67 ya estaba claro que el conjunto agarraba vuelo, que para varios de sus integrantes la música era más importante que los estudios (de hecho, sólo Max y Jorge se titularon y ejercieron sus profesiones por muy poco tiempo) y que había cada vez más actuaciones y compromisos. Ya habíamos hecho la primera gira a Valparaíso y Quilpué y el tiempo de dedicación al conjunto (aún sin nombre) entraba en conflicto con mis estudios. Por otra parte, la política universitaria ya se perfilaba como un interés mayor para mí y una nueva solicitación sobre mi tiempo.

Aunque pocos hablan de esto en sus recuerdos y el tema suele quedar en el misterio, yo (y mis dos hermanos) éramos mantenidos 100% por mi madre viuda, quien tenía un sueldo modesto como funcionaria administrativa y yo no podía darme el lujo de repetir año ni de perder mi tiempo. Por otra parte, mi meta era el doctorado y para eso tenía que terminar luego mis estudios de pregrado.

Volviendo a nuestra primera gira nacional, yo recuerdo que en la Peña Universitaria de Valpo. actuamos en la misma noche con Héctor Pavez y con un conjunto de los Cuerpos de Paz norteamericanos, quienes cantaron “Yo defiendo mi tierra” incluido los versos “no queremos extraños que vengan a quitar / lo que nos da la tierra, nuestra tranquilidad”. Pavez estaba indignado con la presencia de los gringos, pero a mí el episodio me pareció pintoresco. En Quilpué, donde alojaríamos en un hotel de una persona de izquierda, recuerdo que también actuamos.

Cuando me retiré del ‘conjunto sin nombre’, en la segunda o tercera semana de julio del 67, me convertí en seguidor del grupo, que en agosto adoptó el nombre de Inti-Illimani, y asistí a muchos ensayos y actuaciones como simple espectador, es decir, me mantuve en la periferia del conjunto hasta septiembre del 70, cuando partí a Alemania a hacer mi primer posgrado.

Ya que nombré a los tres “inventores” del Inti (Jorge, Horacio y Pedro), creo necesario nombrar también a los siete fundadores, es decir, a los integrantes de la primera formación que actuó con el nombre de Inti-Illimani el 6 de agosto del 67: Max Berrú, Jorge Coulón, Horacio Durán, Luis Espinoza (“Piduco”), Oscar Guzmán, Ciro Retamal y Pedro Yáñez. Ellos, con la única excepción de Oscar Guzmán, aparecen en la histórica primera foto del Inti.

Algunos meses después de mi retiro, Ciro Retamal decidió retirarse. Entonces formamos un dúo (Ciro y yo) y actuamos dos veces en la Peña de la FEUT cantando zambas de los Fronterizos con guitarra y bombo. Horacio Durán, que dirigía la Peña, nos pidió que cantáramos “lo más perfecto que puedan, cabros” a lo que yo respondí que si cantáramos perfecto no vendríamos a la Peña de la FEUT, sino que iríamos directo al show de Ed Sullivan, cosa que no le causó gracia. Ciro se dedicó a su carrera y reside en Suecia desde hace más de veinte años. Del Piduco y de Oscar Guzmán nunca más supe.

Otro recuerdo vivo que tengo de la Peña de la FEUT fue una visita de un ballet folklórico soviético (no recuerdo el nombre) que tuvo lugar en esos meses. Se los invitó para homenajearlos y llegaron después de terminada una actuación suya, de manera que venían cansados y sin gran entusiasmo. Después de varias actuaciones de los artistas de la Peña, que los soviéticos aplaudían con desgano y muertos de sueño, su director los hizo bailar a ellos para deleite de los asistentes. Inmediatamente después de actuar se despidieron y se retiraron y muchos de los chilenos presentes se pusieron de pié y empezaron a cantar La Internacional a modo de despedida (yo no me la sabía), cosa que sorprendió mucho a los soviéticos.

En cuanto a la dirección de Inti-Illimani, yo vi siempre a Pedro, desde el primer día del ‘conjunto sin nombre’, como líder natural del grupo en lo musical y a Jorge como líder en lo político. Pedro fue el director artístico hasta su renuncia en marzo del 68 y sería muy bueno que él contara sus motivos para irse, porque hay opiniones encontradas al respecto. Cuando Pedro salió, pasó a ser director artístico el Loro Salinas, que a pesar de sus cortos años era el que tenía mayor formación musical, conservando Jorge su liderazgo político.

Otro episodio que Pedro podría detallar es el festival musical del diario El Siglo, a fines del 67 o comienzos del 68, donde Inti-Illimani no obtuvo ningún premio, a pesar de que tanto sus integrantes como sus seguidores cercanos estábamos seguros de que ganarían.

Para amarrar un cabo suelto, contaré que algunos años después fui preso político durante cinco meses en el Estadio Chile, Estadio Nacional y campo de concentración de Chacabuco. En el Estadio Nacional formé dúo con Víctor Canto, de la UTE, para cantar “En qué nos parecemos” y también canté “Answer me”, de Frankie Laine, en los tiempos de recreación que se nos permitían en medio de la tortura y la matanza. En Chacabuco, integré el conjunto dirigido por Ángel Parra, cantando y tocando charango. El concierto de despedida de Ángel fue grabado clandestinamente por Alberto Corvalán Castillo, el recordado “Coné” (hijo de Luis Corvalán), sacado del campo por un oficial amistoso y publicado en forma de LP en Italia en 1974 ó 1975. En 2003 se reeditó en Chile en forma de CD con el título “Pisagua + Chacabuco”, que aún está en venta. Hago la voz solista en la “Zamba argentina” (que en verdad se llama “Tonada del viejo amor”) y toco el charango en “Caliche”, que no es una composición de Ángel Parra, como dice Alberto en la grabación, sino de Calatambo Albarracín.

(Como nota al margen: mucha gente se sorprende de que hubiera actividad artística en campos de concentración y hasta en campos de tortura y exterminio, sin embargo este es un hecho histórico. Hasta en los campos de exterminio nazis se permitió la existencia de grupos musicales, algunos de tamaño considerable. Me imagino que se hace para evitar suicidios masivos, pero para saberlo a ciencia cierta habría que preguntarles a los que han dirigido esos campos. En Chile hay varios dando vueltas por ahí.)

Más recuerdos y opiniones hay en mi libro “Fragmentos de un sueño: Inti-Illimani y la generación de los 60”, publicado por Ediciones Logos en 1987 y que tiene una segunda edición virtual (1999) a la que puede accederse desde El Unico Inti.

Luis Cifuentes S., académico de la Universidad de Chile.


Lucho, de corazón gracias, muchas gracias.

El Unico Inti.

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