sábado, 1 de mayo de 2010

Primero de mayo otra vez... hoy más que nunca


En Estados Unidos, en Chicago, el 1° de mayo de 1886 representó el punto de inicio para las reivindicaciones laborales, con salarios justos, horarios de trabajo adecuados y condiciones apropiadas para un buen desempeño laboral.

Ha pasado un siglo, casi dos, y en algunos lugares, todavía se desconocen los derechos de los trabajadores. Incluso, todos hemos sido víctimas, en mayor o menor medida, de arbitrariedades, abusos y condiciones perjudiciales para nuestra labor.
El 1° de mayo es una fiesta reinvindicatoria, de celebración, de compromiso. Entender que el mundo se mueve por los trabajadores, hombres y mujeres que ponen su mejor esfuerzo día a día para construir un país mejor, una sociedad justa, un mundo nuevo.

En nuestro país, el campesino, el obrero, la dueña de casa han sido quienes han permitido que nuestro país crezca. Más allá de los fríos indicadores económicos, de las cifras, de las alzas, de los impuestos. El motor de Chile es su gente, los rostros curtidos, las manos fuertes, la decisión y el emprendimiento, la capacidad de crear, inventar y surgir. El mercado ha querido imponer criterios de productividad, de crecimiento, de bolsas que transan. No podemos sino mostrarnos decididamente contrarios a ello, porque representa un modelo que ha mostrado su lado más perverso, beneficiando a pocos, ampliando una brecha que resulta ser injusta, contraproducente, contradictoria y abusiva. Lo vivimos a diario en Chile, y en todo ámbito. Sólo baste comparar colegios, hospitales, barrios, casas, acceso a servicios. Nuestro compromiso como sociedad debe apuntar a construir una sociedad justa, equilibrada, donde cada persona reciba la recompensa justa y digna por su tarea diaria, la que permite la subsistencia de su familia, el crecimiento de un país.

Inti-Illimani siempre está del lado de la dignidad, de la justicia. En su canto y en su inspiración siempre irrumpe el trabajo como una temática ineludible e inherente al hombre, en un contexto transformador, creador. Campesinos, obreros, profesores, estudiantes. Todos estamos llamados a ser constructores de una sociedad solidaria, humana, que reconozca el valor de lo creado en la medida de la justicia y no en la obscena medida de la productividad, que no siempre premia al mejor o al más digno.

Sinceramente, compartimos un abrazo cariñoso, apretado y solidario con todos los que, día a día, se comprometen y esfuerzan por hacer de este mundo un lugar mejor, con lealtad, nobleza, dignidad, que son los valores que darán a todo trabajo, un valor significativo y agregado.

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