Pero había peligros que debieron sortear: submarinos alemanes que atacaban embarcaciones y la posibilidad siempre constante que buques franquistas les abordasen y devolviesen al infierno de la guerra. Sin contar con el hacinamiento de 2000 almas en una embarcación no construida para tal número, que hacía de la travesía, una penosa odisea. Pero entre todas esas penurias, también hubo tiempo para la esperanza, bodas a bordo, nacimientos, e incluso el habilitar botes salvavidas en una especie de tálamo amatorio para la intimidad de las parejas.
Al pasar por el canal de Panamá se presentó otro problema y es que no se había contado con el peaje que se debe pagar por cruzarlo. Una vez solventado el pago se alcanza el Océano Pacifico. Una nueva vida estaba cada vez mas cerca. Lejos cada vez mas lejos el horror y la desesperanza.
Quiso el destino que el primero en subir al Winnipeg, una vez en el puerto de Valparaíso, fuese un joven Salvador Allende Gossens, medico y ministro de salud, el que encabezara un equipo con la misión de atender las condiciones en que los “nuevos chilenos” llegaban. El mismo Allende del discurso de las grandes alamedas por donde pasearía el hombre libre para construir una sociedad mas justa. Era el 3 de septiembre de 1939.
Después del reconocimiento de rigor, los recién llegados fueron acogidos y distribuidos por la loca geografía de aquel país. Cada “pasajero” del Winnipeg, en cualquier lugar de Chile donde se instaló, retribuyó con lo mejor de si, tanto en las artes, en el comercio, en las ciencias, agradeciendo de ese modo a una tierra y a un poeta que encarnaron más que una “liberación”, un proyecto de vida en paz y libertad.
Vivimos tiempos en los que los iconos son más importantes que las personas. En el caso de Neruda, sabemos de un poeta universal y premio Nóbel de literatura, pero esa dimensión nos aleja de la persona y de su verdadera obra, la de dimensión humana. Sucede con Salvador Allende y con Víctor Jara (director de teatro y cantautor, el de “Te Recuerdo Amanda”), la dimensión de su trágica muerte, no debe empañar el cómo vivieron. Nos legaron con su obra – la profesional y la vital – herramientas de vida. Coincido también con Jorge Coulon en esto. Lo dice Víctor Jara (su amigo) en la canción “Vientos del Pueblo” que interpreta Inti Illimani: “…así cantara el poeta, mientras el alma me suene por los caminos del pueblo, desde ahora y para siempre”.
Si visitan Chile, acérquense a Isla Negra y a la casa de Neruda, podrán entre las olas del mar y caracolas, entre mascarones de proa y una vieja locomotora a vapor, ver el pasaporte diplomático de Neftali Reyes Basualto y hasta es posible que el rumor del mar, les haga oír las voces de los pasajeros del Winnipeg.
Al pasar por el canal de Panamá se presentó otro problema y es que no se había contado con el peaje que se debe pagar por cruzarlo. Una vez solventado el pago se alcanza el Océano Pacifico. Una nueva vida estaba cada vez mas cerca. Lejos cada vez mas lejos el horror y la desesperanza.
Quiso el destino que el primero en subir al Winnipeg, una vez en el puerto de Valparaíso, fuese un joven Salvador Allende Gossens, medico y ministro de salud, el que encabezara un equipo con la misión de atender las condiciones en que los “nuevos chilenos” llegaban. El mismo Allende del discurso de las grandes alamedas por donde pasearía el hombre libre para construir una sociedad mas justa. Era el 3 de septiembre de 1939.
Después del reconocimiento de rigor, los recién llegados fueron acogidos y distribuidos por la loca geografía de aquel país. Cada “pasajero” del Winnipeg, en cualquier lugar de Chile donde se instaló, retribuyó con lo mejor de si, tanto en las artes, en el comercio, en las ciencias, agradeciendo de ese modo a una tierra y a un poeta que encarnaron más que una “liberación”, un proyecto de vida en paz y libertad.
Vivimos tiempos en los que los iconos son más importantes que las personas. En el caso de Neruda, sabemos de un poeta universal y premio Nóbel de literatura, pero esa dimensión nos aleja de la persona y de su verdadera obra, la de dimensión humana. Sucede con Salvador Allende y con Víctor Jara (director de teatro y cantautor, el de “Te Recuerdo Amanda”), la dimensión de su trágica muerte, no debe empañar el cómo vivieron. Nos legaron con su obra – la profesional y la vital – herramientas de vida. Coincido también con Jorge Coulon en esto. Lo dice Víctor Jara (su amigo) en la canción “Vientos del Pueblo” que interpreta Inti Illimani: “…así cantara el poeta, mientras el alma me suene por los caminos del pueblo, desde ahora y para siempre”.
Si visitan Chile, acérquense a Isla Negra y a la casa de Neruda, podrán entre las olas del mar y caracolas, entre mascarones de proa y una vieja locomotora a vapor, ver el pasaporte diplomático de Neftali Reyes Basualto y hasta es posible que el rumor del mar, les haga oír las voces de los pasajeros del Winnipeg.
Hasta aquí este hermoso relato que nos regala Hans Hoffmann.
Desde este rincón del mundo saludamos este aniversario de un viaje tan heroico como fecundo.
Es muy posible que las voces de esos pasajeros del Winnipeg se hayan impregnado en más de un rincón de esta tierra haciéndolas canto, el canto de todos.
Gracias Hans.
1 comentario:
Muy buen reportaje. Estoy de acuerdo en que muchas veces se da demasiada importancia a los íconos y se olvida a la persona, con sus virtudes y defectos; esa persona que, muchas veces, a pesar de sí misma, hace pequeñas o grandes obras para beneficio de las demás.
Por otra parte, hubo un poeta español, soldado de la república, que quiso venirse a chile, pero que las trabas burocráticas y la maldad de algunos se lo impidieron, muriendo en una cárcel franquista. Este poeta era Miguel Hernández, algunos de cuyos poemas inspiraron a Víctor Jara, como Niño yuntero y Vientos del pueblo.
Salud, entonces, por Neruda, Pedro Aguirre Cerda, Allende, Miguel Hernández, y por esas personas cuyos nombres no conozco, pero que dieron lo mejor de sí, por esta su segunda patria.
Y salud también por Hans Hoffmann que nos recuerda que, en medio de la desgracia, puede aparecer la esperanza.
Un abrazo desde Concepción.
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