martes, 12 de febrero de 2008

La justicia y los fallos que no fallan

La prensa nos informa, con pompa, las consecuencias que tiene para Tito Beltrán, el veredicto de un tribunal sueco, que lo condena (en primera instancia) a 2 años de prisión por violación.
Lo anterior sirve para hacer algunas reflexiones, básicamente respecto de la importancia de juicios justos, de fallos ecuánimes, informados y sobre todo que no dejen ni den lugar a especulaciones odiosas o cuestionamientos antojadizos.

También es necesario reflexionar a cerca de quienes, en este particular caso, brindaron apoyo, suscribieron cartas solidarizando con Beltrán y hoy conocido el resultado del juicio, simplemente miran para el lado y desconocen todo lo anterior. Frases como “uno nunca conoce a la gente totalmente y en el caso nuestro, tuvimos una relación de trabajo de algunas semanas, donde uno no alcanza a conocer aspectos de la vida de la gente” (frase atribuida a un conocido músico chileno que trabajó con Beltrán. Ver http://www.emol.com/noticias/cultura_espectaculos/detalle/detallenoticias.asp?idnoticia=284319 para refrescar la memoria).

No se cuestiona que de pronto nos podamos sorprender con actitudes y conductas escondidas y desviadas de quienes creemos conocer, lo que se cuestiona es la incapacidad de reconocer el error previo al brindar apoyo “ciegamente” y por cierto a enmendarlo, lo que está muy lejos del facilismo pusilánime de decir “yo nunca fui su amigo”, cosa que por lo demás es una forma de, soterradamente, desvincularse de algo con lo que claramente se estableció un vínculo.
Seguramente hoy Beltrán debe tener menos amigos que antes, cosa que en su lugar yo agradecería.

Pero más allá de las consecuencias y detalles menores respecto del entorno de Beltrán, la reflexión fundamental tiene que ver con la justicia.

Esa misma justicia que reclamó este país cuando era brutalmente golpeado, y que sigue reclamando. Esa misma justicia justa que esperan todos los ciudadanos honorables del mundo, esa justicia que aplica la ley y también el sentido común, que se hace cargo de la letra y el espíritu de un manuscrito, esa misma justicia a la que se apela cuando impunemente otros intentan sustraernos el fruto de nuestro trabajo, de nuestro esfuerzo, esto último en todas sus formas.

Es la misma justicia que esperamos se produzca pronto y repare, por ejemplo, esta infame situación que permite la división y el uso ilegal de una marca, que no sólo es una marca, es un legado, un emblema, la continuidad de un hermoso y fructífero trabajo de un grupo de hombres que por 40 años le han dado vida a lo que conocemos como Inti Illimani, el único Inti Illimani.

2 comentarios:

Rodrigo Muñoz dijo...

En primer lugar, no me corresponde comentar los hechos que se le imputan al Señor Beltrán, puesto que no lo conozco y no tengo la atribución de otorgar o no justicia a determinadas personas en función de sus actos.

Pero de lo que si tengo atribuciones (creo) es comentar cómo a veces la justicia no necesita de veredictos para dar cuenta de la verdad. En el caso de Beltrán, antiguos colaboradores de él, han asumido una postura inocua, híbrida y complaciente. Se supone que estas circusntancias, el apoyo debe surgir de modo natural, espontáneo. Los mismos que cacarean acerca de la justicia son los mismos que se esconden, que dan la espalda, olvidando que la solidaridad no pasa por golpear la espalda, y cosechar aplausos (y dinero), sino que también levantar al caído, ayudarlo, respaldarlo.
Señor Beltrán: Con esos amigos, le sugiero que se busque un perro. Será más fiel, le dará su cariño a cambio de comida solamente, y no se lavará las manos, respecto si lo conoce o no. Probablemente, sólo al escuchar su voz, correrá presto y moverá la cola en señal de alegría. Sus otros amigos... mmm.. Dejan más que desear...

Alejandra Iturra dijo...

Sólo felicitarlos por el ímpetu con el que defienden sus ideales, es bueno ver cuando la gente se agrupa y organiza con fines nobles, e observado de cerca como este pequeño ejercito lucha para honrar a esta agrupación que bien lo merece.
Definitivamente fueron muy bien bautizados; les hacen honor al nombre “los comandantes”
Saludos y cariños y éxito.
Alejandra.

 
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