viernes, 29 de febrero de 2008

El nombre Inti Illimani (por Pedro Yáñez)



Recuerdo nuestra visita al programa radial que tenía "Chino Urquidi" (director del grupo "Los 4 cuartos) en radio Santiago, los que contestaban las preguntas eran Jorge y Horacio, (de verdad yo no me atrevía a hablar, era algo que estaba aprendiendo gracias al conjunto). luego interpretamos algunas canciones y yo toqué en solo de guitarra "El Tulumbano" composición de Yupanqui, con ritmo de "gato" (danza tradicional del interior)

Nuestra primera gira fuera de Santiago, fue a una peña universitaria en Valparaíso, solo nos pagaban los pasajes, la alimentación y para dormir se consiguieron un hotel en Quilpué, era una vieja casona de madera, llegamos a descansar a eso de las 2 de la mañana y nos largamos a hacer rimas y a reírnos hasta muy cerca de las 5. Era mucha la felicidad de estar cantando, viajando, compartiendo amistades, descubriendo la música y con 20 años de promedio.
Recuerdo una canción de Patricio Manns:
"Ay ojos de mi cara
que me traicionan
vieron una paloma
y era una loba."

Horacio le cambiaba la letra improvisando rimas y el gordo Cifuentes se reía mucho, entonces yo canté:
"Ay ojos de mi cara
que cruel traición
vieron una paloma
y era el guatón"...
Todavía nos reímos con Lucho, ahora por correo, recordando aquella época.

A las semanas Luis Cifuentes decidió retirarse del grupo , tal vez vio que su futuro no estaba con la música ( le preguntaré para que me lo diga con sus propias palabras)

Entonces entró "El Piduco" , tocaba el bombo y tenía registro de voz grave.

Al poco tiempo nos llega una invitación a cantarle a los mineros del cobre en "La Disputada de Las Condes" a 3.600 metros de altura, lo más seguro es que alguien cobró por llevarnos y nosotros fuimos gratis sin preguntar nada.
Había que estar dos noches arriba y hacer 3 actuaciones, la primera sorpresa fue que la quena no sonaba, el Ciro, por correr sobre la nieve, quedó sin aliento y había que respirar el doble para cantar con la mitad de la voz.
Esa vez no nos reímos tanto, pero fue una gran experiencia.

En ese viaje a cantar a la mina, ya integraba el grupo Max Berrú, Max tenía 4 años más que nosotros, aportó una gran voz y una actitud amistosa de gran facilidad de palabra que enriquecía el grupo y sus contactos hacia afuera.

En los ensayos se daba una dinámica en la que crecía el nivel instrumental, vocal, de repertorio y los aportes de cada uno iban determinando una suerte de liderazgo natural.
Lo que sucedió fue que, sin proponérmelo ni pensarlo, me encontré coordinando, resolviendo y haciendo arreglos musicales para el grupo.

Yo no tenía formación académica de la teoría musical, pero siempre inventaba y descubría el modo de combinar los sonidos adornando melodías o creando la música de las introducciones instrumentales, hasta que hice los primeros arreglos para los temas solo instrumentales, lo que era muy reconocido siempre fue mi condición de guitarrista que era capaz de improvisar e interpretar canciones en solo de guitarra.

Uno de mis amigos y compañero de escuela era vecino y amigo del único guitarrista clásico que daba conciertos y grababa discos de guitarra clásica en Chile, se trataba de Eulogio Dávalos quien, además, tenía una academia de guitarra y un local de venta de instrumentos musicales.
En la próxima peña le pedí a mi amigo que lo invitara para conocerlo en persona, en realidad no pensé si a él le iría a gustar el espectáculo artístico que se brindaba.

Lo que pasó fue que asistió y quedó encantado del ambiente guitarrero, de la alegría de los universitarios, de las canciones que venían de la raíz y tenían la fuerza de la esperanza de un mundo de solidaridad, justicia y compromiso.

A la hora de nuestra presentación en esa peña, nos faltaba el principal músico, Oscar Guzmán no apareció, de modo que no habría quena ni esa voz profunda.
La quena era protagonista de pasajes fundamentales en el 80% de nuestro repertorio, entonces me correspondió tocar en guitarra, a doble cuerda, todos los compases que correspondían a la flauta de caña ausente y añorada, con la práctica guitarrera que tenía se me hizo muy fácil y la presentación salió a buen nivel.

Desde ese día nos hicimos muy amigos con Eulogio, nos contó que su padre era boliviano, que nuestro repertorio le agradaría mucho y nos invitaba a su casa.
En casa de Eulogio conocimos a sus padres y a sus hermanas, la mayor era pianista y la menor cantaba y tocaba guitarra y charango.
Nos enseñaron algunas canciones altiplánicas que enriquecían nuestro repertorio.
Para nosotros era importante ponerle nombre al conjunto y no se nos ocurría ninguno que fuera considerado bueno. Un día Gloria Dávalos, nos dijo que tenía un nombre que proponer y que no podíamos seguir sin nombre, ya se notaba que teníamos futuro, cada cual progresaba con su instrumento, la calidad de los arreglos crecía, así como también esa fuerza emotiva que contagia a los auditores cuando hay amistad verdadera en el grupo que canta.
El día en que nos reunimos en casa de Eulogio, ensayamos con uno y con dos charangos, guitarras, canto, quena y bombo, luego conversamos con Gloria y Gachi (Gracia) Dávalos, entonces Gloria, la mayor de las hermanas, nos dijo que el nombre que ella proponía era: "Los Hijos del Illimani". Nos contó que el Illimani es un volcán que se ve imponente desde La Paz, en Bolivia.
Para nosotros era muy importante que en nuestro nombre hubiera alguna relación con lo altiplánico, con la lengua quechua y en especial con Bolivia ya que la consideramos la cuna de la quena y el charango. Pero ese nombre nos pareció muy largo; entonces Jorge Coulón dijo: "Los Hijos del Illimani" eso en quechua se diría "Inti- Illimani", Gloria le corrigió: Inti es "sol", no significa "hijo", Inti - Illimani significa: "Sol del Illimani".
Ese nombre no nos pareció mal, entonces yo dije: "Inti - Illimani" suena bien, no es un nombre tan largo y podría llegar a quedarse en la gente si es que el conjunto le da prestigio con su nivel de calidad.
Estabamos los 6: Jorge, Horacio, Oscar, Ciro, Max y yo, que a esas alturas ya era el director musical del grupo. Cada uno dijo, a su modo, que el nombre Inti - Illimani, no estaba mal, tampoco era un gran nombre, solo que había que darlo a conocer.
Yo como director sentí que nadie estaba en contra y aunque a mí, tampoco me gustaba tanto, era urgente tener un nombre Por el respeto que yo inspiraba en el grupo, sentí que tenía que resolver. Si decía que no era "no" y si decía que si, nos llamaríamos "Inti- Illimani". Entonces decidí con el respaldo de todo el conjunto: "Nuestro nombre será entonces Inti - Illimani" (Sol del Illimani)
Nuestro amigo Eulogio Dávalos no estuvo presente en esa reunión, recuerdo muy bien que el primero en pronunciar el nombre "Inti Illimani" (aunque fuera por un error) fue Jorge, luego el grupo completo lo aprobó y el director musical, que era yo, dio por resuelto el tema.
Eso fue lo que pasó, después, cuando yo ya no estaba en el grupo alguien dijo que nos había "bautizado" Eulogio Dávalos, eso era falso, ...pero tal vez era útil decirlo por alguna razón explicable, pero la verdad fue otra.
Continuará....

2 comentarios:

Alejandra Iturra dijo...

Simpáticas las anécdotas, logro contextualizar esos momentos, debe haber sido muy entretenido esas reuniones después de las presentaciones, bueno y seguramente alguien cobró por la actuación a los mineros del cobre ¡no me extrañaría!
Queda claro quien fue el primer director de la agrupación; dirección que según la entrevista se dio en forma espontánea. Hay personas con liderazgo innato.
Pero lo que más me gustó fue que una mujer diera el empuje para el nombre del grupo.
Tengo una curiosidad. Me gustaría saber las proyecciones que tenían en esos momentos para Inti Illimani.
¿Soñarían con llegar a ser un gran grupo con reconocimiento internacional o en ese entonces se agruparon pensando en que serían sólo un grupo estudiantil que después de vivir la experiencia y la adrenalina que eso conlleva, el grupo dejaría de existir?
Mi pregunta surge porque capto emoción y nostalgia en el relato y empalizo con la historia y no puedo evitar situarme en aquel entonces. (Es la esencia de la lectura).

saludos y éxito

Anónimo dijo...

Estimada Alejandra, respecto de tu curiosidad, creó que las proyecciones que tenían en aquellos años no solo los Intis si no que toda esa generación era la de cambiar el mundo, ya sea a través de la música, la palabra, o la politica.

El momento de decisiones para estos jóvenes estudiantes llega en 1971, a esas alturas sólo Jorge y Max habían terminado sus estudios universitarios, en ese año la Universidad Técnica del Estado les ofrece profesionalizarse y pasar a ser funcionarios de la U.T.E. comprometiendose a una cantidad de presentaciones al año por lo que recibirían un sueldo exiguo.
Esta fue la hora de definiciones, y quienes la tomaron debierón dejar la universidad, y en el caso de Jorge y Max su profesión de ingenieros. Quienes tomaron esta decisión de dejarlo todo por la música son los responsables de está lida historia.

 
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